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17 de diciembre del 2020

El sector del Aceite de Oliva muestra su frontal oposición a la calificación que el sistema Nutri-Score da a los aceites de oliva, ya que induce a error al consumidor

Expertos en nutrición consideran que calificar al aceite de oliva virgen extra con una “C” es un sinsentido que perpetúa la imagen de que todas las grasas son “malas”, algo que la ciencia ya desterró hace décadas
Médicos y nutricionistas exigen que se deje de medir a todas las grasas por el mismo rasero, ya que los aceites de oliva no son precisamente los causantes de la epidemia de obesidad que padecen las sociedades avanzadas
El sector aboga por una normativa armonizada a nivel europeo, con unas recomendaciones que reflejen las bondades de los aceites de oliva para una alimentación saludable

Una parte importante de la comunidad científica en España asiste con perplejidad al debate que se ha generado en torno a la propuesta para adoptar el sistema Nutri-Score de etiquetado frontal desarrollado en Francia. En especial, en cómo ese sistema cataloga las bondades nutricionales de los aceites de oliva, otorgándoles la calificación “C”, donde “A” corresponde a los alimentos con mejor calidad nutricional y “E” para los que suspenden en este baremo. O sea, está justo en el medio. Una categoría que comparte con otros dos aceites vegetales, el de colza y el de nuez. El resto de grasas son relegadas a los escalones más bajos del Nutri-Score. “Resulta confuso para la población”, asegura Paula Crespo, coordinadora del Grado de Nutrición y Dietética de la Universidad Europea Miguel de Cervantes. “El sistema Nutri-Score, que en los estudios científicos ha demostrado ser una herramienta muy útil para el consumidor, no debería dar lugar a dudas con un alimento como el aceite de oliva, del que un adulto español puede consumir al día apenas tres cucharadas soperas. Un sistema que trata de informar sobre los alimentos más o menos buenos, dentro de cada categoría, debería contar con la misma escala a la hora de medir, asignando la categoría “A” a los mejores aceites con los que puede alimentarse el ser humano. No olvidemos que para una correcta alimentación se recomienda que la ingesta del 30% de la energía proceda de grasas de buena calidad, como la que encontramos en el aceite de oliva y otros alimentos, que ayudan a la absorción de vitaminas liposolubles y son precursores de hormonas claves de nuestro metabolismo. Si algo hemos aprendido en estas últimas décadas, es que los aceites de oliva no son
precisamente los causantes de la epidemia de obesidad que padecemos en el mundo desarrollado. Es más, estamos viendo como en España y otros países mediterráneos, el abandono del patrón de alimentario de la dieta mediterránea podría ser el germen de los problemas de salud en una parte importante de la sociedad”.

Médicos que llevan décadas trabajando en la relación entre alimentación y salud en nuestro país ven en este debate la vuelta a un viejo fantasma que ya parecía olvidado, el de la demonización de las grasas. Es el caso de Fernando López Segura, investigador del IMIBIC (Instituto Maimónides de Investigación Biomédica) e internista en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba: “Primero, la práctica médica sajona acusó a los aceites de oliva de aumentar las tasas de colesterol en sangre. Y luego, en los años 80 del pasado siglo, se pasó a demonizar cualquier grasa en la dieta. Y ya hemos visto lo que ha pasado en estos últimos 40 años. La diabetes, junto a las enfermedades cardiovasculares, han multiplicado su incidencia en las sociedades que, supuestamente, mejor comían del planeta. No es de extrañar que ahora todos (especialmente los médicos norteamericanos) tomen como modelo la dieta mediterránea. Ahora, más que nunca, sabemos que no todas las grasas son iguales. Otorgar una “C” a los aceites de oliva es menospreciar su aportación a una dieta sana y equilibrada”.

Por su parte el sector, agrupado en la Interprofesional del Aceite de Oliva Español, no se resigna a ver como el sistema denigra nuestro alimento, asegura Pedro Barato, presidente de la Organización: “¿Qué va a pensar el consumidor de un alimento, los aceites de oliva, que obtiene peor calificación que otros alimentos a los que se denominan comida basura? Podemos llegar a generar una enorme confusión. Por esa razón, nosotros, como sector, abogamos por una regulación europea de los sistemas de información al consumidor. Un único modelo, basado en principios científicos sólidos. Lo que no es de recibo es que convivan cuatro, cinco o seis sistemas distintos en Europa”.

De hecho, la Unión Europea trabaja en un proyecto sobre etiquetado nutricional en la parte delantera del envase (FOPNL) que trataría de armonizar la información que recibe el consumidor. Porque, como destaca el presidente, de la Interprofesional, siempre es positivo que el consumidor tenga herramientas que le ayuden a comer mejor: “Pero, para ello debemos presentar escenarios realistas sobre qué come un español y cómo lo hace. Y un español consume de media menos de tres cucharas de aceites de oliva al día. ¿Creen que, con esas cantidades, estamos generando un problema de obesidad en nuestra sociedad? O, por el contrario, ¿son un factor positivo de prevención de enfermedades como la diabetes o los accidentes cardiovasculares? Tenemos que dejar de hablar ya del dichoso algoritmo, que trata de hacer equilibrios imposibles entre los requerimientos de todas las partes y dejar hablar a la ciencia”.

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